PENSAMIENTOS Y EMOCIONES: LAS OLAS DEL OCÉANO


Las personas que empiezan a meditar suelen decir que sus pensamientos se alborotan, que se vuelven más indómitos que nunca. Pero yo las tranquilizo diciéndoles que esa es una buena señal. Lejos de significar que sus pensamientos se han vuelto más frenéticos, significa que usted se ha vuelto más sereno y por fin se da cuenta de lo ruidosos que han sido siempre sus pensamientos. No se desaliente ni se rinda. Surja lo que surja, usted siga estando presente, siga regresando a la respiración aun en medio de toda la confusión.

En las antiguas instrucciones para la meditación se dice que al principio los pensamientos llegan uno tras otro ininterrumpidamente, como una catarata. Poco a poco, a medida que se va perfeccionando la meditación, los pensamientos se parecen más al agua de una estrecha y profunda garganta que discurre entre altas montañas; después, al agua de un río ancho y caudaloso que avanza lentamente hacia el mar, y, por último, la mente es como un océano, un mar tranquilo y plácido, agitado sólo por alguna que otra ondulación.

A veces se piensa que cuando uno medita no tendría que tener pensamientos ni emociones en absoluto, y al verlos surgir la persona se preocupa y se irrita consigo misma y cree que ha fracasado. Nada más lejos de la verdad. Dice un proverbio tibetano: «Pedir carne sin huesos y té sin hojas es mucho pedir». Mientras tengamos mente, habrá pensamientos y emociones. Tal como el océano tiene olas y el sol tiene rayos, el resplandor propio de la mente son sus pensamientos y emociones. El océano tiene olas, pero no le molestan especialmente. Las olas son la naturaleza propia del océano. Surgen olas, pero ¿adonde van? De vuelta al océano. ¿Y de dónde vienen? Del océano. Del mismo modo, los pensamientos y las emociones son el resplandor y la expresión de la naturaleza propia de la mente. Surgen de la mente, pero ¿dónde se disuelven? De vuelta en la mente. Surja lo que surja, no lo considere un problema especial. Si no reacciona impulsivamente, si es usted paciente, volverá a asentarse de nuevo en su naturaleza esencial. Cuando haya alcanzado esta comprensión, los pensamientos que puedan surgir sólo mejorarán su práctica. Pero si no comprende lo que son intrínsecamente -el resplandor de la naturaleza de su mente-, entonces sus pensamientos se convierten en semilla de confusión. Así pues, adopte una actitud amplia abierta y compasiva hacia sus pensamientos y emociones, puesto que, de hecho, sus pensamientos son de su familia, la familia de su mente. Sea ante ellos, como decía Dudjom Rimpoché, «como un anciano sabio viendo jugar a un niño». Muchas veces nos preguntamos qué podemos hacer respecto a la negatividad o a ciertas emociones conflictivas.

En la espaciosidad de la meditación, puede usted contemplar sus pensamientos y emociones con una actitud completamente libre de prejuicios. Cuando cambia su actitud, cambia toda la atmósfera de su mente, incluso la misma naturaleza de sus pensamientos y emociones. Cuando usted se vuelve más afable, ellos también lo hacen; si no les pone dificultades, ellos tampoco se las pondrán a usted. Por consiguiente, sean cuales fueren los pensamientos y emociones que se presenten, permítales surgir y desvanecerse como las olas del océano. Cuando se sorprenda pensando cualquier cosa, deje que ese pensamiento surja y se desvanezca sin ninguna coerción. No se quede con él, no lo alimente ni favorezca; no se le apegue ni trate de solidificarlo. No siga los pensamientos, no los invite. Sea como el océano que contempla sus propias olas o como el cielo que mira desde lo alto las nubes que lo cruzan. No tardará en descubrir que los pensamientos son como el viento: vienen y van. El secreto está en no «pensar» sobre los pensamientos, sino permitir que circulen por la mente sin dejarse arrastrar por ellos. En la mente ordinaria percibimos la corriente de los pensamientos como una sucesión continua e ininterrumpida, pero en realidad no es así. Usted mismo descubrirá que hay un intervalo entre pensamiento y pensamiento. Cuando el pensamiento pasado ya ha pasado y el futuro aún no ha surgido, siempre encontrará un espacio en el que se revela Rigpa, la naturaleza de la mente. Así pues, el objeto de la meditación es permitir que los pensamientos se hagan más lentos para que ese espacio se haga cada vez más evidente.
(El libro tibetano de la vida y de la muerte - SOGYAL RIMPOCHÉ)